Sartoris by William Faulkner

Sartoris by William Faulkner

autor:William Faulkner [Faulkner, William]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 1928-12-31T16:00:00+00:00


3

ERA la tarde del recital de la pequeña Belle, punto culminante de su año musical. Durante toda la velada Belle no le había mirado ni dicho una sola palabra, incluso cuando —entre los invitados que se arracimaban a la puerta y mientras Harry trataba de persuadirle para subir a tomar un último trago— la sintió junto a sí por un instante, así como el fuerte perfume que usaba siempre. Pero tampoco entonces le dijo nada y, después de librarse de Harry, la puerta se cerró, ocultando a la pequeña Belle y la lustrosa calva de su padre. Al volverse hacia la oscuridad, Horace descubrió que Narcissa no le había esperado y avanzaba ya por el sendero camino de la calle.

—Si vas en la misma dirección que yo, te acompaño —exclamó.

Ella no respondió ni disminuyó su paso, como tampoco lo aceleró cuando él se puso a su altura.

—¿Por qué será —comenzó Horace— que las personas mayores ponen tanto interés en que los niños hagan cosas ridículas? ¿Qué opinas tú? Belle ha llenado la casa de gente que no le interesa y que en su mayor parte desaprueban su conducta y ha hecho que la pequeña Belle se acueste tres horas más tarde de lo habitual; el resultado es que Harry está medio borracho, Belle de un humor insoportable, la pequeña Belle demasiado excitada para dormirse y que tú y yo lamentamos haber salido de casa.

—¿Por qué has venido entonces? —preguntó Narcissa fríamente.

Horace acusó el golpe inmediatamente. Siguieron andando por una zona a oscuras, hacia la luz del farol más próximo. A su alrededor, las ramas de los árboles destacaban como corales negros en un océano amarillo.

—Vaya —dijo Horace. Y añadió después—. Ya he visto que esa gata vieja estaba hablando contigo.

—¿Por qué llamas gata vieja a Mrs. Marders? ¿Porque me contó algo que me incumbe y que el resto de la gente parece saber ya?

—Es eso lo que te ha contado, ¿verdad? Me lo estaba temiendo… —deslizó el brazo por dentro del de ella, que se mostró completamente pasivo—. Mi querida Narcy.

Atravesaron el amplio redondel de luz y se adentraron de nuevo en la oscuridad.

—¿Es cierto? —preguntó ella al cabo de un rato.

—Te olvidas de que mentir es parte del combate por la supervivencia —dijo él—. Es la manera que tienen los insignificantes seres humanos de manipular las circunstancias para que se ajusten a la imagen preconcebida que tienen de sí mismos como figuras del mundo. Su venganza contra los dioses siniestros.

—¿Es cierto? —insistió Narcissa.

Siguieron andando del brazo, ella seria y perseverante y esperando; él elaborando y descartando frases mentalmente, sin dejar por ello de encontrar tiempo para divertirse al tomar conciencia una vez más de su total impotencia ante la constancia de su hermana.

—De ordinario la gente no miente sobre cosas que no les afectan —contestó cansadamente—. El mundo les tiene sin cuidado aunque nunca pierden el interés en sus propias vidas. Sobre todo cuando los hechos son mucho más divertidos que las historias que ellos pudieran inventar —añadió.

Narcissa se separó de él con tranquila determinación.



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